Desde tiempo inmemorial, probablemente desde la misma aparición, León, capital y provincia, consideró a la Virgen del Camino como algo propio. Las peregrinaciones y romerías hacia su Santuario, procedentes de toda la región, son una constante a lo largo de todo el año. Los traslados de su imagen a la ciudad han sido también numerosos a lo largo de la historia. Existen acuerdos especiales a este respecto por parte del Concejo y el Cabildo de la Catedral. Nos consta también cómo la ciudad de León se acordó particularmente de la Virgen en su advocación del Camino en momentos de especial necesidad, como sequías, pestes, etc.
Hoy la devoción a la Virgen del Camino no desmerece en absoluto de los años y siglos anteriores. Se suceden ininterrumpidamente las romerías, las peregrinaciones y las paradas de excursionistas para contemplar y orar unos momentos ante su imagen. Son numerosos los gremios de artesanos que la siguen manteniendo por patrona y, más en particular, son numerosos los fieles de todas partes que a diario se acercan a orar ante la Virgen del Camino.
Sigue siendo práctica común entre los fieles peregrinos celebrar el sacramento de la Penitencia. Este rito sigue siendo uno de los elementos principales de toda auténtica peregrinación y más, si cabe, en el Santuario de la Virgen del Camino, al recordarnos y hacer vivir el aspecto penitencial tan bien plasmado en la imagen de Jesucristo muerto en los brazos de su madre.
Pero, el momento más importante sigue siendo la celebración eucarística en la que participan de forma espontánea los peregrinos.