San Froilán nació en los arrabales de Lugo en el año 833 y a los 18 años siguió la vida de ermitaño, alternándola con la predicación en tierras bercianas y llegando hasta las montañas del Curueño, donde se une al sacerdote aragonés Atilano, hasta que buscan mayor acogimiento en una cueva de Valdorria: “la gruta de San Froilán”.
A petición de la gente, descienden a la hondonada de Valdecesar; su fama llegó a oídos del rey Alfonso III, quien le llama hasta Oviedo y le ofrece ayuda para descender hasta la Vega del Esla, en tierras de Zamora, para colaborar en la repoblación y evangelización del territorio del Duero. Funda sucesivamente los monasterios de Tábara y Moreruela de Tábara, responsabilizándose él como abad y Atilano Prior.
En la primavera del año 900 llegó a la Iglesia de León y a petición del pueblo, el rey hizo venir a la ciudad a Froilán y Atilano, siendo Froilán ordenado sacerdote y el día de Pascua de Pentecostés son ambos consagrados obispos en la Catedral de León, Froilán para la Diócesis de León y Atilano el primero de Zamora.
Su pontificado, muy fecundo, solo duró cinco años, muriendo el 5 de Octubre del año 905, siendo enterrado en el mausoleo del monarca; el pueblo le aclama como santo y la Iglesia le declara patrono de la Diócesis de León.
Sus reliquias, para ser liberadas de las invasiones y profanaciones de Almanzor, fueron escondidas en Valdecesar y en la Granja de Moreruela hasta regresar a la Catedral de León.